sábado, 28 de septiembre de 2013


Soñé con paredes de ladrillo que se rompían para dejar ver titanes que luchaban sobre el mar. Soñé con esa nitidez que hace que me desgarre en lágrimas de ácido. Soñé que necesitaba desesperadamente parar una caída y que el final de un río era el final del mundo.


Me dijisteis que nací sin filtro.


Para que nada nos separe,
que no nos una nada.

Pablo Neruda


lunes, 16 de septiembre de 2013

Verano pasado (y parte III)

2010



Creo que es la primera vez que voy a hablar sobre el nacimiento en vez de empezar por anticipar una muerte un tanto macabra... pero es que aunque puedo decir que Septiembre pasó por mi vida sin importarme demasiado, mentiría si dijera que me da igual lo que aprendí de él, y en su caso, empecé a aprender desde el momento en que comenzó a existir en este mundo.

Hacía ya dos meses que entendí que debía esperarlos despierta, a las doce de la noche sentada en mi cama con los ojos como platos, sin saber muy bien a quién dedicaría mis días siguientes.
Septiembre nació envuelto en una crisálida dorada de la que brotaba resina espesa y pegajosa. Forcejeó durante horas para salir de su refugio/prisión, y cuando por fin lo hizo, cayó al suelo. La primera vez que respiró movió todo el aire de la Tierra al mismo tiempo.
Cuando se incorporó y me miró, pensé que se trataba de una broma... a pesar de estar cubierto de resina y de líquido amniótico, pude distinguir sus rasgos con claridad, y me di cuenta en seguida de que me resultaban demasiado familiares.
Septiembre tiene el cuerpo muy delgado, y poco desarrollado, que recuerda a una delicada bailarina francesa. Si se estira un poco, se le ven las costillas, tiene la piel muy clara y parece débil. Su cabello es corto, pajizo, y tiene ojos grandes de un verde-grisáceo oceánico.
La primera vez que me miró lo hizo con la misma cautela y desconfianza con que le miré yo, y el hecho de que nuestros gestos fueran similares me hizo convencerme del todo de que estaba ante una versión pobremente masculina y un poco más enfermiza de mí misma.
Con esto no pude evitar reírme un poco. Quien los manda tiene un extraño sentido del humor...

Para mí la desconfianza lleva o al rechazo o a la indomable curiosidad, así que dejé que pasaran los días olvidándome de que estaba en un "estado intermedio", tan fascinada como estaba por esta extraña criatura.
Nos hicimos amantes (por supuesto), aunque no de la manera convencional. Él me agarraba las manos e intentaba tirar de mí cuando se me llenaba la cabeza de banalidades, me devolvió alrededor del día 13 mi propósito en la vida, me llevaba de paseo a las horas en las que la ciudad está más perezosa.
- ¿No te das cuenta? - decía, tranquilo - Parece que las calles sean para nosotros.

Por las noches, ya fuera rodeados de gente o en la intimidad de nuestro amor, bebíamos para estar furiosamente despiertos, solíamos dar rienda suelta a nuestra rabia bailando como si fuéramos los seres más felices, cuando en realidad nos hubiera encantado destrozar contenedores y coches like everyone else.

Después de estos falsos alardes de dominio emocional, él me llevaba a casa, a pesar de que yo le insultaba e insistía en caminar siempre unos pasos por delante.
Uno no puede huir de sí mismo, así que al final acabábamos en la misma cama, y a la mañana siguiente yo tenía que mirar debajo de las sábanas si llevábamos ropa interior o no para recordar la noche.

Me convertí en una auténtica prestidigitadora de situaciones incómodas y situaciones deseadas, cada vez que tocaba una, la lanzaba al aire para agarrar otra, y así durante tanto tiempo que Septiembre casi se cansó de decirme que las pusiera todas sobre la mesa, las mirara con atención, y decidiera.
Con sus intentos de hacerme mejor persona, que por cierto, son casi lo que más odio de él, tocaba temas demasiado profundos para llorar, y así me dejaba, sintiéndome un poco vacía, perdida, y algo odiosa.
Septiembre le anda diciendo a todo el mundo por ahí que no le da miedo morir, pero yo sé que es tan egocéntrico como yo, piensa que tiene demasiadas cosas importantes por hacer y que el mundo no será lo mismo si no las hace. Me abraza fuerte por las noches, así es cómo lo sé, es su manera de pedirme que no le olvide nunca, pero ambos sabemos que le olvidaré muy pronto.
No me ha aportado más que inseguridad y auto odio.

Echo de menos a Agosto, que se negaba a decirme que me quería, y me canso de Septiembre, que me jura mil veces que se pasaría la vida mirando cómo se me contraen y dilatan las pupilas.

Espero que se lleve los restos de la crisálida, que siguen en mi cuarto, atrayendo desde hace semanas un sinfín de sapitos azules...

Vale, lo confesaré. Mi plan está trazado.

La última noche miraremos por la ventana las luces de la fiesta de la muerte de Agosto, y luego seguramente él se tumbe en cama, y haga un gesto para que me acerque, con esas manos tan blancas y delicadas.
Entonces será cuando saque mi daga, y lo apuñale con fuerza. Le apuñalaré una y otra, y otra y otra vez, salvajemente, quiero ver si la sangre salta como en las películas gore, le mataré con fiereza y rencor envenenado.

Cuando se me acaben las fuerzas, lo más probable es que caiga hacia atrás, y tragaré saliva, dándome cuenta de que tengo sangre suya en la boca, y que me he mordido el labio tan brutalmente que yo también sangro, y que esas dos sangres saben exactamente igual.
Él yacerá agonizante hasta medianoche, y yo esperaré hasta entonces sentada al lado de mi cama, explosión de rojo, sin poder quitarme de la mente la manifestación del otro día.

UNA SOLA VOZ. - (Con entusiasmo) ¡Viva la huelga general!
MULTITUD. - (Ensordecedora) ¡Viva!
UNA SOLA VOZ. - ¡Viva la clase media trabajadora!
MULTITUD. - (Overwhelming) ¡¡Viva!!

... El siguiente no tiene ni idea de que va a convivir durante toda su corta vida con una loca.


*

jueves, 12 de septiembre de 2013


Hola, neutralidad, ¿dónde te escondes?

Verano pasado (parte II)


2010


Y sin embargo, fíjate, Agosto me cogió en volandas, me besó los párpados y me estrujó las costillas en un abrazo que, quise creer, era sustituto de las palabras que por su naturaleza no sabía decir.

- Quiero que festejen mi muerte durante días, bebé - me dijo una de las últimas noches, con los ojos dorados abiertos como platos y la sonrisa flotando en los labios. - De hecho, quiero una fiesta que dure tanto que retrase la fiesta de la muerte del siguiente. - aquí sus ojos brillaron por un segundo con celos, y yo decidí asentir despacio.

Ya sabía que Agosto podía desencadenar una furia que me destruiría sin querer, pero tenía claro que iba a ser su funeral, no el mío.

A la mañana siguiente desperté sola, y tuve que vestirme y bajar a la calle para darle los buenos días.

Ahí estaba, orquestando al menos a un centenar de personas para construir la que sería la mayor fiesta del año.

- Buenos días, bebé - su sonrisa infantil se desbordaba por los lados de su cara, y consiguió que olvidara por completo que odio despertarme sola.

Me agarró por el brazo y tiró de mí para besarme, un poco ansioso, como siempre.

- Faltan apenas unas horas - me dijo en un susurro, con los ojos cerrados - ¿De qué te acordarás?
- Me acordaré de... - Agosto parpadeó, expectante, sin soltarme - Me acordaré de nuestro terrible síndrome de abstinencia de adrenalina, porque nunca es suficiente, de cuando mirábamos las estrellas con prismáticos porque nunca tuvimos telescopio, de los momentos en que pensamos que la cama es el mejor lugar del mundo, de los rituales en los que nos pintábamos con los colores de nuestra guerra particular, de que nos lloviera en los ojos, por supuesto del cielo de fuego, y sobretodo de cuando fuimos a la playa, cogimos moras durante horas y nos manchamos todos los dedos y las bocas, de tus historias de hace millones de años y que me descubrieras que las dunas se mueven porque son animales tan antiguos que respiran una vez cada mil vidas humanas, me acordaré del agua transparente que corta con el frío de los cristales de sal, del cielo azul, opaco, duro, como tú, mi querido Agosto. Azul, opaco, duro... loco.
Me acordaré de tus accesos de locura, de tu manera de poseerme la mente y hacerme ser como nunca he sido antes, una cabeza hueca, una sabia de piedra mohosa, una niña llorando desconsolada, una mujer que le sonríe con arrogancia al futuro. ¡Alguien que le da el número de teléfono a gente que no le interesa, y cuando cree conocer a alguien que vale un poco la pena, se olvida por completo hasta que se muerde los labios con algo de rabia y vergüenza! Me acordaré de los momentos en que me diste vueltas hasta que me dejé llevas, y de los momentos en los que te abracé para que estuvieras parado unos segundos.
Me enseñaste a volver a leer, a recordar mis normas de cuando era pequeña (los buenos siempre acaban bien, cuando hay cirros en el cielo es un buen día para escribir...), me dejaste caer en brazos de otros hombres solo para complacerte cuando volvía a ti, y me recogiste cuando insistía en recuperarme de las estúpidas heridas que me producía mi padre. Me devolviste a la ciudad en la que nací... me hiciste sentir abrumada y pequeña cuando recobré la consciencia completa de mí misma y de todo lo que nos rodea después de tanta frivolidad y soledad interna.
Me acordaré de cómo me emborrachabas con tus besos, y de que compensabas mis resacas acariciándome el pelo por la mañana.
... Me acordaré de ti cuando señalabas el cielo, emocionado, y decías "¡Adoro los días en los que la luna y el sol están tan cerca!"

Julio hubiera enmudecido. Sí, no puedo evitar compararlos, pero es sin ningún tipo de malicia, solo con curiosidad. Así que eso, Julio hubiera enmudecido, su expresión se habría convertido en una máscara triste y seguramente se hubiera resquebrajado de nostalgia ahí mismo.

Y sin embargo, fíjate, Agosto me cogió en volandas, me besó los párpados y me estrujó las costillas en un abrazo que, quise creer, era sustituto de las palabras que por su naturaleza no sabía decir.

- No olvides que conociste a un etíope de ojos tristes y que aprendiste que hay tantos tipos de amor que no es justo que haya una sola palabra para todos ellos.

- No me olvidaré - estuve tentada de pedirle que me dijera que me quería, pero sabía que mi pequeño desliz del mes le había herido profundamente, y que no se arriesgaría nunca más... en las pocas horas de vida que le quedaban.

Me hizo dar una vuelta sobre mí misma, y me soltó para decirle al centenar de personas, que llevaban un rato ejerciendo de espectadores:

- ¿A qué esperáis, hermanos y compañeros? Afinad los instrumentos, descorchad las botellas, ¡ya puede empezar la fiesta de mi muerte!
No hacía tanto que había llorado por dentro, pero esta vez las lágrimas me supieron bastante más amargas.

Agosto moriría horas más tarde, postrado en la cama, a punto de invitarme a desnudarme y a pasar la noche con él.



*

lunes, 9 de septiembre de 2013


All hail the phantom bear, the beast within us all.

Alexander Supertramp, 1992.



viernes, 6 de septiembre de 2013

Verano pasado (parte I)

2010

Ya muere Julio poco a poco.
Cayó de lado, y ahí yace ahora, sangrando dorado a borbotones.

Julio huele a arena, apenas ve la televisión y le gusta quedarse despierto para ver cómo el cielo pasa de la oscuridad más absoluta al blanco más puro, ese blanco que aparece justo antes de amanecer. Me solía decir que ese cielo era un gigantesco espejo, que se muestra vacío porque solo nos reflejaremos en él una vez sepamos quienes somos.

Ahora el cielo es de un azul convincente, supongo que refleja el color de los ojos y los labios de Julio.

Le quedarán digamos... nada, unas horas de vida, y no hay cosa que pueda hacer yo, ni para salvarle, ni para darle el descanso que ahora busca con tanta desesperación.

Yo a Julio lo quise mucho, lo admito. Es de esos que te conoce en un momento de estrés y debilidad, y te sostiene en brazos un rato, para vivir contigo el renacimiento de tu confianza en ti misma y tu felicidad. Llegué a pensar que fue gracias a él que tuve éxito en lo que me propuse.

Más tarde, volví a tambalearme. Nunca llegué a caerme de verdad, aunque unos días pensara que sí. Y aunque no cayera, ahí estaba él, con los brazos abiertos para sostenerme.

- Te rapto - me susurró al oído, se le escapaba una sonrisa. 
Y me llevó algo lejos, donde me lamió las heridas y me acunó a pesar de que yo nunca pensé necesitarlo.

Julio y yo siempre éramos sinceros el uno con el otro, nos conocíamos a la perfección, y dormíamos desnudos, así que la última imagen que veía antes de cerrar los ojos era su piel brillante, sus rizos dorados, su sonrisa.

Lo mejor de todo era que, al despertar, él siempre estaba allí. Siempre abría los ojos antes que yo, y cuando se cansaba de esperar por mí, me acariciaba la barriga hasta que despertaba.

Sí, admito que lo quise mucho.

El sabe que en mi mente pongo el verbo en pasado, pero no le duele, no eso, precisamente.

Suspiro. Me revuelvo el pelo.

Casi no me enteré de los últimos días con él. Ojalá me acordara... tendré que apuntarlo todo en alguna parte, porque el año que viene me habré olvidado de él y de todo lo que vivimos juntos.

Julio tose. Se gira, se pone boca abajo, las manos llevadas al estómago, de donde sigue brotando la sangre dorada. 

Suspiro. Otra vez. Me revuelvo el pelo. Otra vez. Julio me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa.

No creo que me olvide de él... en seguida.

Qué demonios, y, ¿a quién intento engañar? Me muero de curiosidad por conocer a Agosto.




lunes, 2 de septiembre de 2013

1938
















As it has








domingo, 1 de septiembre de 2013










 

camina, camina...

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... y camina

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desde los cielos, hasta..

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the end of St.Petesburg

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